viernes, 25 de enero de 2013

Bajo Cero

Está todo oscuro, íntegramente negro.
Entonces noto que mi piel brilla: luz emana de ella. Su textura es suave, pero fría y dura.
Es de muchos colores: azul, rojo, naranja, verde, amarillo, púrpura y muchos otros más.
Me doy cuenta de que mis venas están a la vista, pero no son azuladas ni violáceas, sino que son negras como la oscuridad que me rodea. Sobresalen. Intento tocarlas pero estoy inmóvil, petrificada.
Curiosamente, no tengo miedo. La luz de mi piel me inspira valentía y alegría. Siento que todo está bien. Pero me cuesta mantenerme de esa forma, cada vez me canso más.
Comienzo a sentir mis venas hervir y puedo ver como empiezan a salir borbotones azabaches de ellas. Se están derritiendo. Chorrean hasta mis pies para perderse con la negrura de la nada en la que me encuentro.
Al mismo tiempo, mi piel está astillándose como si fuera de vidrio.
Finalmente, mi piel estalla en millones de fragmentos.
No hay más luz y me sumerjo en la oscuridad y la angustia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario