Ana, anita.
Ya se cumplen tres años de tu estrangulamiento continuo. Me asfixias.
Supongo que me volví masoquista, o simplemente me acostumbré a tus heladas manos alrededor de mi cuello, que de vez en cuando me acarician las mejillas y me hacen amarte y odiarte.
Sé que me elegiste a mí porque sabías que en algún momento iba a adorar sufrir tanto, que te iba a adorar a tí, en una especie de culto enfermizo y fanatismo religioso. Contando obsesiones, midiendo huesos.
Te dedico este texto, porque eres mi musa, mi dominatriz, mi yo oscuro.
No celebro que hayas estado a mi lado todo este tiempo, en absoluto.
No es lo correcto temerte tanto, tampoco subestimarte. No tengo las herramientas como para poder controlarte, simplemente.
La contradicción, la obesa y la esquelética. Eso es lo que soy.
No quiero otro 23 de marzo, ni celebrar un 16 de enero.
Déjame parar.